SERGI FERRÉ
Adicciones
Cuando te enfrentas a alguien que no tiene la más
mínima intención de considerarte, no importa lo que hagas.
Hacerlo bien o hacerlo mal, es igual. Seguirás siendo algo
que no debería estar sucediendo. De aquí viene el pánico
ante la idea de infelicidad y una voraz necesidad de
control ante la idea de felicidad. Son las dos caras
de una misma moneda, con la cual pagas un precio
«demasiado alto» por estar vivo.
Una adicción es como alguien que nos avergüenza porque
no merecemos quedarnos, pero al mismo tiempo cierra
puertas y ventanas para que no podamos salir. Este
«otro» es el otro en mí. No yo, sino mi manera de
relacionarme (estructura de pensamiento, «alma»).
"La adicción nunca debería ser tratada como un delito, sino como un problema de salud".
Este modus operandi se reflejará en todas las relaciones que establecemos, ya sea conmigo mismo, con los demás o con la vida en general. No en todas las relaciones, ni en todas de la misma forma, pero sin duda hará que nos fijemos sólo en aquellas que confirmen sus postulados.
Dicho de otro modo, sólo escucha lo que quiere oír. Por eso se presenta emocionalmente como “verdades” absolutas y abrumadoras. Frente a esto, el primer paso es reconocer que uno no puede hacer nada frente al argumento de “porque lo digo yo”.
La impotencia frente a quien no escucha, es, al mismo tiempo, la posibilidad de atender a lo que verdaderamente importa, que no es que me escuche o no, sino evidenciar el estilo de relación que se establece. A partir de ahí, vamos haciendo.
Las adicciones y comportamientos compulsivos son destructivos en tanto que niegan la verdad en nombre de la verdad. Por eso, la persona cree que hay verdades buenas y verdades malas. Lo que experimenta es un miedo terrible a la verdad (a sí misma), de ahí que huya de todo lo que verdaderamente pueda ayudarle.
Eres de verdad. Lo que te ocurre es de verdad, no te lo estás inventando. Empieza la terapia. Una terapia de verdad. Una terapia centrada en la verdad.