Según Wolfgang Giegerich, el concepto de psicoanalista junguiano, aun refiriéndonos a lo que sería el idea, abarca una gran diversidad, por lo que dar una descripción uniforme implica de entrada una contradicción. Un junguiano es una persona que es verdaderamente él mismo o ella misma en tanto que está comprometida con el espíritu que rige la psicología de Jung, que es el de ser honestamente el individuo único que eres.
Por lo tanto, un junguiano no copia a nadie, ni repite a nadie, ni trata de ser como nadie. Carl Gustav Jung subrayó que solo él podía ser un junguiano, porque era Jung. Esto significa que para ser un junguiano, tú no puedes ser un junguiano, sino que tienes que ser tú mismo. Cualquier imitación de como pensara Jung, cualquier adopción dogmática de sus ideas, cualquier aplicación irreflexiva de las técnicas desarrolladas por Jung, automáticamente te descalificaría como psicólogo junguiano. La noción de analista junguiano es, por lo tanto, plural, en la ecuación personal que hace que cada psicólogo tenga algo único que decir.
Y aquí surge de la cuestión ¿qué es lo que hace que todos estos individuos diversos, siendo ellos mismos, sin embargo, sean junguianos? Lo que los distingue no es un añadido a ellos mismos, o sea: ser uno mismo + lo que decía Jung. Esto sería pasar de lo que digo yo a lo que dice él manteniéndome en un horizontal, que compara una cosa con otra sin profundizar. El movimiento debe ser vertical e ir de la superficie hacia el núcleo, hacia la noción misma de lo que uno verdaderamente es.
Este compromiso con la verticalidad, es compromiso con cada cosa, con cada distinta persona, en cada distinto momento, desde cada entendimiento particular, tal como se manifiesta aquí y ahora, sin encajonarlo en conceptos ni categorías prefabricadas. Por lo tanto, no hay más técnica que el ejercicio de entregarse a lo que aparece en este momento, al hecho único e irrepetible para esta persona en particular, para entrar en la lógica misma de lo que se está expresando ahí.
Pegarle etiquetas a lo que se presenta, sea a modo de conceptos abstractos, reglas, diagnósticos o imágenes míticas dadas, como quien le cose marcas a la ropa para para sentirse alguien, puede proporcionar una experiencia de importancia personal. Pero si no ha habido un entendimiento honesto de esa situación, en ese momento, para esa persona en particular, entonces la conducta, aplicada a la situación que sea, va a seguir siendo la misma.
Nuestro compromiso por lo tanto es con aquello que no salta a la vista, pero que subyace en los hechos para que estos, en cada momento, se manifiesten en su singularidad. Es por tanto también con la profundidad histórica que hace que cada fenómeno se presente de una determinada manera. Nuestro objetivo es pues observar cada fenómeno que se presenta a la luz del horizonte más amplio del devenir de la profundidad histórica, de los grandes movimientos culturales en que lo se presenta hoy con una singularidad propia. Lo incorporamos entonces en el contexto donde resulta ser la expresión de sí mismo.
Por lo tanto, un análisis junguiano distingue a la persona empírica, por un lado, del alma, de la historia y los procesos en los que se enclava la persona, dando al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Eso permite que, en el plano humano y personal en la consulta el enfoque psicológico pueda dirigirse más allá de lo aparente, hacia el concepto, la idea o manifestación del alma en la que esta persona está viviendo inadvertidamente.