La diferencia entre el dolor que sana y el sufrimiento que enferma

La diferencia entre el dolor que sana y el sufrimiento que enferma

Por fin entendí a lo que se refería mi psicólogo al decirme que lo importante es uno mismo. No es algo relativo, dependiendo de quién lo diga, como si fuera más cierto en una persona que en otra, sino absoluto, pues no hay nada más importante para uno mismo que ser uno mismo. No sentirme ni así ni asá, sino saberme estando aquí.

❝Y finalmente conseguí traspasar la coraza de insensibilidad y que por fin mi herida pudiera ser dada como un hecho concluido.❞ La revolución afectiva: De la dependencia emocional al agenciamiento afectivo.

Tú no controlas el mundo. Si mientes para que no se enfaden, eres amable para que no se molesten, disimulas para que no te rechacen, el sufrimiento te lo estás infringiendo tú mismo. Este sufrimiento es implacable. Llega un momento en que sentir rechazo cuando te rechazan resulta la alegría de vivir. Quiero poder equivocarme. Quiero que las cosas que duelen me duelan. Y no comportarme con el señorío de que lo que me molesta, apártenmelo. Porque esto que aparto, invariablemente soy yo mismo.

Entiendo a los pacientes que dejan la terapia a la mínima que hay una discusión, o se sienten inseguros, o piensan: «No me sirve». Yo fui el primero antaño en escapar de tantas oportunidades. Me pregunto: ¿cómo llegué por fin a mantenerme firme hasta el final? ¿Qué ocurrió para que esta vez no saliera corriendo? La respuesta es que sentí que mi vida estaba en juego, que si dejaba la terapia, todo volvería a estar sometido a mi (des)control, y sería más y más de lo mismo. ¿Hasta cuándo? —pensé.

Me di cuenta de que quería vivir. En verdad, no me di cuenta hasta el final, pero ya en el principio algo en mí había dicho: basta, esto no puede seguir así. Esta es la historia de cómo, sintiéndome una mierda, enganchado, codependiente y ansioso, me devolví la vida a mí mismo, aunque en ese momento ni me podía imaginar a dónde me llevaría todo esto.

Sanar es posible, pero es un duro camino terapéutico. Necesitamos sentir la herida que supone que la verdad caiga por su propio peso, que la verdad pese más que las exigencias del ego de evitar la incomodidad y sentirse reconfortado. Que lo que el ego escenifica como humillación se vuelva humildad; y que lo que teatraliza como culpa se vuelva honestidad.

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